Los desastres de la guerra

Francisco de Goya (1746 - 1828)

Entre los fondos digitalizados de la Biblioteca Complutense encontramos un conjunto de grabados de la serie Los Desastres de la Guerra, de Francisco de Goya.

La Biblioteca Histórica "Marqués de Valdecilla" conserva dos ejemplares de los cien que formaron, en 1903, la tercera edición de esta serie, procedentes respectivamente de las Facultades de Filosofía y Letras y de Medicina.

En estos grabados Goya ilustra unos episodios que él mismo presenció tanto en Madrid como en Zaragoza. Presumiblemente, realizó estas obras en su tierra al huir de la corte, entre 1810 y 1815.

Argumentalmente, Goya decide centrarse en la otra cara de la guerra: sus desastres y su miseria. No hay grandes escenas de batalla, las luchas las protagonizan muy pocas personas y, mientras en los dibujos preparatorios los personajes se acompañan de elementos paisajísticos, en las estampas se eliminan esos elementos anecdóticos y la imagen se universaliza. Desaparecen el triunfalismo y el heroísmo de las escenas bélicas tradicionales, y se recalca el horror de una forma novedosa que se caracteriza por la falta de denuncia hacia un bando concreto. Se culpa a los franceses por su ocupación y a los españoles por su violencia desmedida, aunque también se les muestra víctimas por igual los unos de los otros.

La técnica varía en cada láminajunto al aguafuerte, una novedad en la España de su tiempo, Goya utiliza la aguada y el aguatinta, observándose el uso de diferentes métodos en un mismo grabado. Según Lafuente, el empleo del aguafuerte enfatiza los efectos de dramatismo.

Aunque no se publicaron oficialmente durante su vida, las planchas quedaron guardadas en la Quinta del Sordo y pasaron a ser propiedad de su hijo Javier, hasta su fallecimiento en 1854. En 1862 la Real Academia de San Fernando adquirió ochenta cobres, que editó por primera vez en 1863 con el título Los desastres de la guerra. En 1870 Lefort recuperó las dos últimas estampas, numeradas 81 y 82, y las donó a la Academia, quedando reunido todo el conjunto que hoy se conserva en la Calcografía Nacional de Madrid.

Existen en total siete ediciones realizadas hasta 1937. La última de ellas fue la estampada por Adolfo Rupérez, con una introducción en la que se aconseja no "tirar más pruebas de tan sagradas reliquias, pues de lo contrario desaparecerían para siempre".