La actitud del censor
En la labor del expurgo participaron diferentes actores: sobre todo calificadores del Santo Oficio y miembros de órdenes religiosas, aunque también bibliotecarios, que debían cerciorarse de su corrección antes de dejarlos en manos de los lectores. Del cotejo de los expurgos en los distintos ejemplares se constata que el celo varió mucho según la personalidad y el talante de cada censor: del más riguroso y extremado, con borrones intensos y notas más o menos extensas de advertencia al lector, al más negligente, que dejaba el texto legible tras el ligero trazo de las tachaduras sobre las líneas de texto o bajo trazos oblicuos, lo que parece sugerir indolencia e, incluso, quizá, hasta cierta simpatía con el texto expurgado. La delicadeza o rudeza de los trazos de la censura y la habilidad o torpeza en aplicar los procedimientos empleados reflejan, en no pocas ocasiones, la personalidad del censor y su actitud hacia el libro y la cultura impresa.