La lectura activa
A menudo el libro se convierte en un espacio de expresión para el lector, una práctica que, salvo excepciones, ni las bibliotecas ni el mercado de la bibliofilia han visto con buenos ojos. Estas intervenciones, en su nivel más elemental, mantienen un estrecha relación con el texto y se utilizan sobre todo para guiar la lectura, bien en el momento mismo en que se realiza, bien para preparar una lectura posterior, señalando los pasajes de interés. El fin de esta «cartografía» del texto es aumentar su eficacia y ayudar a localizar fácilmente determinados contenidos. Los subrayados, corchetes, maniculas, estrellas, cruces, llaves, y otras señales, muchas heredadas de los manuscritos medievales, constituyen un repertorio común, muy frecuente en los libros de uso académico. Huellas de una lectura atenta y activa también son los dibujos explicativos del texto o algunas anotaciones marginales.