Las marcas de propiedad
Entre los motivos más comunes que llevan a una biblioteca o un lector a intervenir en un libro y dejar su propia huella está el deseo de apropiación, es decir, de manifestar que un ejemplar es un objeto de su propiedad. Este acto queda normalmente reflejado en alguna de las diferentes marcas que afirman la identidad del poseedor: entre las más comunes están las anotaciones manuscritas, exlibris, sellos o firmas, aunque también hay otras de uso más local, como las marcas de fuego mexicanas. No es raro que varias convivan en un mismo ejemplar. En la mayoría de los casos la fórmula de posesión se manifiesta de forma neutra, pero en otras ocasiones se extiende y revela también otros aspectos, como, por ejemplo, el precio o la lectura. Esas marcas también pueden referirse a la persona que ha donado el libro o a quien habitualmente lo consulta en una biblioteca.