Libros condenados al infierno
Una vez terminada la Guerra civil, y como símbolo de los nuevos tiempos, la Fiesta del Libro del 1 de mayo de 1939 se celebró en Madrid con una quema de libros en el patio de la Universidad, en el viejo caserón de la calle San Bernardo. Los testimonios gráficos y periodísticos que se conservan de ese estremecedor acontecimiento –que se reproducen por su interés– son sumamente expresivos del talante censor y represor del régimen Franquista y su actitud hacia el libro y la cultura impresa.
“Los enemigos de España fueron condenados al fuego. El Sindicato Español Universitario celebró el domingo la Fiesta del Libro con un simbólico y ejemplar auto de fe. En el viejo huerto de la Universidad Central – huerto desolado y yermo por la incuria y la barbarie de tres años de oprobio y suciedad – se alzó una humilde tribuna custodiada por dos grandes banderas victoriosas. Frente a ella, sobre la tierra reseca y áspera, un montón de libros torpes y envenenados, de carteles agresivos, de pasquines violentos, esperaba la llama purificadora (…) se leyó el acta del auto de fe redactada en breves y rotundos términos: Para edificar a España una, grande y libre, condenamos al fuego los libros separatistas, los liberales, los marxistas, los de la leyenda negra, los anticatólicos, los del romanticismo enfermizo, los pesimistas, los pornográficos, los de un modernismo extravagante, los cursis, los cobardes, los seudocientíficos, los textos malos y los periódicos chabacanos. E incluimos en nuestro índice a Sabino Arana, Juan Jacobo Rousseau, Carlos Marx, Voltaire, Lamartine, Máximo Gorti [sic], Remarque, Frend [sic] y al Heraldo de Madrid. Prendido fuego al sucio montón de papeles, mientras las llamas subían al cielo con alegre y purificador chisporroteo, la juventud universitaria, brazo en alto, cantó con ardimiento y valentía el himno Cara al sol”.
[Extracto del artículo Publicado en YA, 2 de Mayo de 1939]
En aquellos meses también se incautaron numerosas bibliotecas a personalidades y asociaciones ligadas al bando republicano, algunas de las cuales fueron entregadas a la biblioteca de la Universidad. De muchas bibliotecas se retiraron libros considerados peligrosos para la juventud, como atestiguan las marcas consignadas en los libros de las bibliotecas de la Residencia de Estudiantes y de la Residencia de Señoritas.