Vestigios del Humanismo
La preocupación histórico-crítica de recuperar los autores de la Antigüedad en sus auténticas dimensiones constituyó una tarea prioritaria para los humanistas. Esta vía fue iniciada de manera ejemplar en el Trecento por Francesco Petrarcha. El movimiento de renovación cultural auspiciado por el poeta laureado alcanzó su mayor esplendor en el Quattrocento. Hubo una pléyade de pensadores, filólogos y artistas que profesaron el nuevo y sugestivo credo. Lorenzo Valla (1407-1457), fue el primer humanista que se empeñó en la valoración plena y total de la vida mundana en todos sus aspectos frente a una concepción ascética de la existencia. En su obra más difundida, las Elegantiae, propugna el respeto por la palabra y no violentar el lenguaje. A su modo de ver, si se recuperan los significados primigenios de las palabras, se puede reconstruir la historia de las instituciones, de las ideas, de una forma de vida. El desarrollo de esta argumentación lleva a considerar la filología como una clave para penetrar en todos los saberes. El planteamiento de Valla promocionó los studia humanitatis. Unos años más tarde Angelo Poliziano (1454-1494) reclamaba para sí un único título, el de gramático (nec aliud inde mihi nomen postulo quam grammatici). Su regla de oro consistía en rescatar el arte del discurso y de la argumentación ya que, a su juicio, estas técnicas representan la auténtica gramática del pensamiento.